Que opina usted? Financia tu innovación TIC - 03/03/2015 5:17:02
"La Asociación Multisectorial de Empresas de la Electrónica, las Tecnologías de la Información y de la Comunicación, de las Telecomunicaciones y de los Contenidos Digitales (Ametic), organiza la jornada informativa Financia tu innovación TIC con la que se persigue dar a conocer las oportunidades de financiación para proyectos de innovación dentro del sector TIC.Así, en el transcurso de la actividad se dará a conocer el calendario de convocatorias 2015 de ayudas y subvenciones públicas para I+D+i, así como las novedades que la reforma fiscal y la Ley De Emprendedores ofrecen en materia de incentivos fiscales por I+D+i.
En la jornada que se enmarca dentro del convenio Ametic-Red.es para la promoción de la participación de pymes y otras entidades del sector TIC en proyectos de I+D+i europeos durante los años 2014 y 2015, participarán Mª Luisa Poncela, secretaria general de Ciencia, Tecnología e Innovación (MINECO); Jorge García Reig, subdirector general de Programación Territorial y Evaluación de Programas Comunitarios (MINHAP); Begoña García-Rozado, subdirectora general de Impuestos sobre las Personas Jurídicas (MINHAP); Luis Cueto, subdirector general de Fomento de la Innovación Empresarial (MINECO); Antonio Alcolea, subdirector general de Fomento de la Sociedad de la Información (MINETUR); César Miralles, director general de Red.es; Andrés Zabara, director de Promoción y Cooperación, CDTI; y Serafín de la Concha, jefe de División de Programas UE, entre otros.
La jornada se celebra el 5 de marzo, de 9.30 h a 14.00 h, en el salón de actos José María Cuevas de la sede de la CEOE, en Diego de León.
El plazo de inscripción finaliza hoy. Puedes hacerlo y acceder a la información en http://www.imasdtic.es/es/Inicio/Informacion/Agenda_IDI/Agenda_IDI/Jornada--Financia-tu-innovacio-n-TIC-
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Información: En e-learning, del efectismo a la efectividad - 13/07/2013 12:49:22
En e-learning, del efectismo a la efectividad ()La denominada formación virtual no está dando todavía los frutos deseados en cuanto a efectividad del aprendizaje: puede que resulte preciso un salto cuántico en la producción de cursos, de modo que la formación resulte más virtuosa, efectiva y real que virtual.
Parece que quizá más cautivados todos por la tecnología que por la información se da por sentado que un curso servido por ordenador es más efectivo cuanta mayor sea su dotación multimedia y de interactividad, y parece lógico admitirlo así bajo algunos supuestos; pero, si por multimedia se entendiera poner en audio el mismo texto de la pantalla o la incorporación de animaciones irrelevantes, y por interactividad interpretáramos el número de clics que se solicitara al usuario, entonces ya el curso podría ser simplemente más virtual que virtuoso, más efectista que efectivo, de más coste que valor.
Quizá convenga el lector en que un curso on line sería bueno y efectivo si generara todo el aprendizaje comprometido, y lo hiciera de modo rápido y cómodo. A este fin, el progreso tecnológico marcaría una sensible diferencia a favor, frente a aquella enseñanza programada impresa de década atrás; frente a aquella formación a distancia diseñada con esmero didáctico. Sin embargo, no todos los productos formativos servidos por ordenador que se nos han ofrecido estos años han generado aprendizajes significativos, y pronto se empezó a postular el blended learning, tal vez para que la formación en aula cubriera las carencias de los productos digitales.
¿Realmente no podemos generar cursos digitales con el mismo esmero con que se generaba la enseñanza programada impresa? Depende. Si la producción se dejara en manos de tecnólogos que manejen la información como significante y no como significado, entonces el resultado podría servir a mayor gloría de la tecnología, y no tanto al aprendizaje de los usuarios; cuando, por el contrario, del resultado se responsabilizan los docentes expertos en cada tema, cabe sin duda esperar mayor dosis de efectividad en la formación ofrecida.
Hay ciertamente diferentes tipos y calidades en los productos de e-learning. Simplificando, unos parecen otorgar mayor protagonismo a la tecnología que a la información, a las formas que a los fondos, y otros, felizmente, parecen más orientados a generar un aprendizaje efectivo, rápido y cómodo, y proporcionan información idóneamente formulada, sencilla de traducir a conocimiento valioso y aplicable. En estos párrafos me sumaré a quienes reclaman el paso, allá donde aún resulte preciso, del efectismo a la efectividad; el paso del manejo de significantes al manejo de significados, en los procesos de producción de contenidos digitales.
Mi voz no vale más que otras, pero, desde una intervención mía como ponente en un Online Educa en Madrid, hace unos cuatro o cinco años, y otras más recientes, en un Virtual Educa en Zaragoza y en algunas jornadas diversas en distintas ciudades, he venido repitiendo que podríamos estar incorporando, en la producción de cursos multimedia e interactivos, más coste que valor; en que podríamos estar atribuyendo a la tecnología el protagonismo de una formación que denominamos virtual, mientras que la formación real y virtuosa, a mi modo de ver, se produciría a partir de una información idóneamente formulada ("enseñanza programada"), sencilla de traducir con rigor a conocimiento (o destreza, habilidad, actitud, hábito…) valioso y aplicable.
Ya en los años 90, en la etapa off line del e-learning (entonces se hablaba de enseñanza asistida o servida por ordenador), algunos proveedores parecían poner más empeño en impactar al cliente (áreas de formación de las empresas clientes), y quizá no tanto en formar al usuario. Así también en la etapa on line. Una vez generado un curso a medida, el proveedor lo presentaba al cliente, y éste formulaba su aprobación en función de lo que veía y no de lo que aprendía (el curso no era para él): los criterios de calidad parecían inmediatos y visuales, primeras impresiones. El acompañamiento multimedia (animaciones, sonidos, fotos, etc.) y el despliegue de interactividad parecían sumar valor, y desde luego sumaban coste-precio. Había nacido el negocio de la producción de cursos digitales: una actividad en que los docentes parecíamos a menudo meros subcontratados internos o externos.
A mí, hoy y en la piel del usuario, me importa que una información en pantalla resulte reveladora para el aprendizaje, y no necesito que aparezca letra a letra, palabra a palabra, o haciendo piruetas circenses. Tampoco necesito animaciones didácticamente irrelevantes en los esquemas o figuras, ni que éstas sacrifiquen rigor por mor de la estética. Sostuve por cierto, meses atrás, en una jornada en Sevilla sobre la calidad del e-learning, que el conocimiento venía de la información, y observé, perplejo pero estoico, que el ponente que me seguía decía que él no estaba de acuerdo; que el conocimiento no venía de la información (no entendí de dónde decía que venía).
Nadie puede enseñar lo que no sabe, creo yo, aunque no descarto que surja algún lector discrepante con toda legitimidad, como ya encontré disensión en aquella jornada de que les hablaba. Sin embargo, hace meses, poco después de concluir un extenso guion-storyboard (cerca de 700 páginas-pantallas) para un proyecto del Plan Avanza, me preguntaron en otra empresa si podía yo guionizar, para e-learning, textos de temas que me fueran ajenos. Respondí que yo lo aprendería primero y lo enseñaría después, porque me sentía incapaz de enseñar lo que no sé; pero, tal como se me propuso, interpreté que se trataría quizá de una práctica, no sé si frecuente, en el sector. Aquella empresa lucía, desde luego y con visible satisfacción, su sello de calidad.
De hecho, alguna vez he accedido a cursos que me parecían preparados por personas que no entendían lo que habían redactado. Qué habrá querido decir el autor (estos cursos suelen mostrarse anónimos, al parecer), me preguntaba yo, ante frases que me parecían ininteligibles, mientras detectaba también lo que me parecían errores en la traducción de términos en inglés (por ejemplo, "factores del suceso crítico", por critical success factors). A la vez, observaba que, si el usuario atendía a las animaciones (que me parecieron didácticamente irrelevantes), el sistema saltaba a la página siguiente sin que hubiera habido tiempo de leer el texto, y había que volver a empezar ese punto de la unidad o capítulo.
Di también, tiempo atrás y por casualidad, con un curso de ortografía aparentemente dispuesto para un cliente importante; un curso que no hacía sino reproducir las reglas correspondientes (no todas ni actualizadas: lo encontré muy incompleto). Yo me preguntaba íntimamente si no sería mejor que el cliente se procurara, a módico precio y en caso realmente necesario, la última edición impresa de las reglas, editadas por la RAE. Mejor esto, pensaba yo, que un curso desactualizado, anónimo y no refrendado por ninguna institución legitimada. Por otra parte, cuando yo tengo duda sobre la ortografía de una palabra, acudo al diccionario y no al manual de ortografía. Sí que consulto éste a veces para los signos de puntuación y otros temas complementarios, pero estos aspectos no aparecían en aquel curso.
Asimismo he venido observando en los últimos años que, en algunos productos, se incorpora sonido mediante la aparición de un personaje dibujado que mueve los labios, o simplemente se pone en audio el texto que aparece en pantalla; y que, por ejemplo, en preguntas de respuesta múltiple se leen formulaciones de confusa interpretación; o que el usuario ha de hacer varios clics para llegar a una información que podía habérsele ofrecido de modo más directo. Yo siempre pongo aquí el ejemplo de la torre Eiffel (aunque a mí me ocurrió con la escalera de inferencias de Argyris), y lo haré de nuevo.
En efecto, es como si el docente quisiera mostrar la torre Eiffel completa, pero los técnicos de producción decidieran mostrarla en siete partes, a cambio de siete clics. El usuario nunca veía la torre completa (en mi caso, la escalera de Argyris completa), con lo que la intención didáctica era preterida, es decir, subordinada al despliegue tecnológico. También me contaron esto no lo vi yo que un docente quería mostrar las cinco fuerzas de Porter, y que en producción lo habían dejado en tres fuerzas, quizá porque el dibujo resultaba más sencillo o más estético. Me cuesta todavía creerlo, pero así me lo contaron.
Sí pude ver, por ejemplo y meses atrás, en qué lastimoso estado quedaban mis diseños de arquetipos sistémicos complejos, en manos de los técnicos de producción. Todavía considero más didáctico algún guion-storyboard mío en Word, con sus defectos y virtudes, que su maquetación posterior; por eso soy partidario de utilizar herramientas de autor y elegir los formatos-tipo de interactividad con criterio didáctico, en beneficio del aprendedor. Bienvenida sea la interactividad, pero no sólo la interactividad puramente mecánica, como quien pasa páginas de un libro, sino, sobre todo, aquella otra que, mediante ejercicios o preguntas, recrea la tradicional relación docente-discente, para consolidar y reforzar el aprendizaje.
Si los docentes utilizamos herramientas como PowerPoint para nuestras intervenciones presenciales, podríamos utilizar otras, si preciso fuera, para la formación a distancia. Puedo estar equivocado, pero me parece un error si no algo peor dejar el resultado final en manos de técnicos que manejen la información sin conocer su significado; una opinión mía quizá discutible, pero fundamentada. El lector puede disentir, pero convendremos en el deseo común de un sólido aprendizaje, más efectivo, más rápido, más cómodo, tras la continua mejora del desempeño profesional: ¿es realmente éste nuestro deseo compartido en el sector, o quizá no?
En definitiva, temo que en algunos casos (no deseo generalizar) el resultado final (lo que llega al usuario) responda al criterio de intervinientes ajenos a los significados, y no al criterio didáctico del docente correspondiente (si lo ha habido). Como decíamos, parece pensarse que un curso es mejor cuanta mayor dosis multimedia y de interactividad incorpore: será sin duda más caro, pero, francamente, no sé si siempre mejor. Diríase a veces que no importa tanto si un guion es oportuno y riguroso, como que se ofrezca con animación y audio, y a cambio de numerosos clics. Yo, desde luego, atento tanto al fondo como a la forma, exijo empero más al primero que a la segunda, y prefiero la información escrita (clara, concisa, rigurosa, dotada de propósito, pero escrita); otros usuarios tendrán quizá otras preferencias, y sus razones legítimas para ello.
Cuando escucho, pierdo el contacto sensorial con lo escuchado previamente; cuando leo, conservo sin embargo una perspectiva holística. Por otra parte, cuando una información me parece valiosa, deseo conservarla más allá del plazo en que se programó el curso. De hecho, supe que había usuarios de e-learning que solían hacer un seguimiento rápido de los cursos, y descargarse los pdf para un estudio posterior; pero estos pdf no siempre están preparados con el esmero didáctico con que se preparaba la formación a distancia de los años 60 y 70, antes de la llegada de los ordenadores personales.
Hay quien sostiene con intención crítica que un curso en pdf (o interactivo sin suficiente carga de interactividad) no sería e-learning sino e-reading. Yo valoro la interactividad bien entendida y aprovechada, pero el hecho es que he aprendido más de los libros impresos y de la información lineal disponible en Internet, que de los cursos platafórmicos, en alguna medida multimedia y supuestamente interactivos, a que he podido acceder. Desde luego y para decirlo todo, debo añadir que no soy un usuario típico de e-learning formal, sino que suelo buscar, por mi cuenta, información muy específica en Internet.
Ya saben: creo, equivocado o no, que el conocimiento viene de la información, y no de la tecnología que le da soporte; que viene del contenido, y no tanto del continente; del fondo, a partir de una forma meramente correcta. Sospecho, además y por ejemplo, que un directivo prefiere un libro de Porter, Drucker, Senge, Peters, Covey, Rydz, Hamel, Handy, Bennis, Goleman, Csikszentmihalyi, Parikh, Ohmae, Ridderstrale…, antes que un curso anónimo y efectista de e-learning platafórmico sobre competencias directivas. Los cursos digitales suelen ser muy básicos y estar sensiblemente desactualizados. No pretendo llevar razón, pero es mi percepción.
Bienvenido sea el e-learning o el e-reading, si sintetiza grandes mensajes y genera un aprendizaje cómodo, rápido y efectivo, que contribuya a mejorar el desempeño profesional, porque bienvenidas son las TIC, e inexcusable, el aprendizaje permanente. Pero creo que un trabajador o directivo de la economía del saber y el innovar, busca efectividad y no efectismos, penetración y no superficialidad, rigor y no frivolidad, propósito y no dispersión, aprendizaje valioso y no sólo diplomas que identifiquen la formación por horas supuestamente dedicadas.
Con respecto y respeto a la norma de calidad UNE 66181 de AENOR, y a los indicadores que despliega, yo insistiría en que un curso on line es bueno, que es de buena calidad, si me procura el aprendizaje prometido de modo suficientemente efectivo, rápido y cómodo, al margen del número de clics o animaciones que incorpore, e incluso al margen de si luego me dan un diploma, o no, con indicación de muchas horas dedicadas. (Me cuesta eso sí, aquí hablar de cursos en general, sin enfocar con precisión qué tipo de conocimientos o habilidades se abordan: los criterios específicos de calidad serían probablemente distintos).
Quizá, la calidad del producto debería ser sancionada por los usuarios a que se destina, pero recuérdese que, aunque con título genérico ("calidad de la formación virtual"), la norma de AENOR se refiere sólo a la formación virtual orientada a la consecución de un puesto de trabajo, y no pretende ser de aplicación a la generalidad de la formación continua; de modo que no se vea aquí una crítica a la normativa desplegada, sino una llamada a perseguir mayor efectividad de la formación a lo largo de la vida laboral, ya se ofrezca servida en aula, vía PC, en el puesto de trabajo, al aire libre, etcétera.
Al hablar de aprendizaje rápido, no digo que un curso on line deba durar menos que el correspondiente aprendizaje presencial, porque este aspecto de la duración resulta muy complejo en e-learning; pero sí cabe esperar-desear que no haya pérdidas de tiempo, ni de sintonía cognitiva, ni mareos de perdiz, ni fallos técnicos, ni incongruencias en el contenido, en un curso on line, pague o no pague el usuario por seguirlo.
Tampoco la mayor o menor intervención del tutor-docente (no me refiero al personal designado para problemas técnicos o para asuntos de gestión del curso) resultaría, en principio, muy determinante al hablar de la calidad de un servicio de e-learning; pero explicaré qué quiero decir. Un buen curso no debería dejar muchas dudas a aclarar por el tutor-docente, aunque sí se precisaría esta figura para sancionar la materialización del aprendizaje a través, en su caso, de ejercicios y evaluaciones, y especialmente para asegurar las inferencias que el usuario despliega a partir de lo aprendido: ya se sabe que, en la tarea cotidiana, aplicamos tanto lo que sabemos como las inferencias que, no siempre acertadas, hacemos sobre lo que sabemos. Si una empresa careciera de expertos docentes para los cursos que ofrece en catálogo, el servicio se vería, temo, sensiblemente limitado.
Cursos con más valor que coste
Éste debería ser el objetivo: que la tecnología añada valor y que este valor se halle refrendado por el docente creador del curso. Hay empresas que lo saben y lo practican, y hay quizá otras que, si lo saben, no lo practican. Los cursos para e-learning no deberían producirse para mayor gloria de la tecnología, sino para mayor efectividad en el aprendizaje continuo (ni deberían ocultar el nombre del docente o docentes guionistas). Sabemos que los cursos son sólo una parte del proceso de aprendizaje, un suceso; pero un suceso a menudo incuestionable dentro del proceso, y que no debemos por tanto descuidar.
Años atrás observé perplejo cómo algunos agentes muy representativos del sector relativizaban, en un libro sobre las mejores prácticas del e-learning, la importancia de contar con buenos contenidos digitales para el aprendizaje on line; se aludía incluso a que en la universidad estudiábamos con los apuntes del alumno más destacado… En el mismo libro se vinculaba el éxito de un proyecto de e-learning con el ratio de alumnos que completaban los cursos, sin aludir al aprendizaje alcanzado, y se hablaba a la vez de incentivos para evitar el abandono de los usuarios (incluidos "puntos canjeables por obsequios").
También, en unas jornadas en Madrid, escuché hace años a un ponente decir que si uno desea aprender, aprende aunque el material didáctico sea malo. Afortunadamente, otros directivos y ponentes se han manifestado repetidamente en defensa de mejores contenidos digitales, y aquí recuerdo también a un representante de la Fundación Tripartita, que en aquellas jornadas denunciaba aprendizajes todavía poco significativos en la modalidad de e-learning. Quizá la situación haya mejorado algo desde entonces, pero puede que deba seguir haciéndolo sensiblemente.
Los docentes saben cómo enseñar los temas en que son expertos, y, con el suficiente conocimiento del medio o canal de entrega, son o somos, que como docente reflexiono ahora capaces de esmerarnos en los storyboards; pero somos, sobre todo, capaces de utilizar una idónea herramienta de autor para una producción rápida y segura, sin pérdida de valor didáctico. Es así porque nos manejamos con significados, y las personas ajenas a los temas manejan significantes (o manejan los significados con alto riesgo). Ésta es la percepción que he tenido yo a veces al acceder a algunos cursos: los textos, esquemas y demás figuras se había manejado como significantes y, lamentablemente, desvirtuado.
En ocasiones, sí me pareció en efecto que alguien había querido manejar el significado, seguramente con buena voluntad pero desigual fortuna. Vi, por ejemplo, como el técnico de producción añadía ejemplos a mi guion, en un curso sobre creatividad y casos de innovación empresarial genuina, y le pedí que me dejara a mí los ejemplos, cuando fueran necesarios. Pero es que no sé si él incorporaba información motu proprio, o era el director quien le hacía sugerencias a él, y no a mí. Oficialmente era yo quien debía revisar el resultado de la producción, pero el director hacía una revisión visual paralela con los técnicos, y mis comentarios resultaban preteridos. Era, me parece, lo del efectismo y la efectividad.
¿Por qué va a esmerarse un docente en un storyboard, si se va a ocultar su autoría del curso, y quizá se le va a alejar de un resultado final que subordine la efectividad al efectismo? Puede esmerarse por profesionalidad, y frustrarse luego al observar el despropósito. Yo propondría un e-learning de autor, aunque no parece que las normas de calidad lo exijan. Sin valorar la figura del docente guionista, del experto de un tema que se halle capacitado para la teleformación, temo que no quepa mejorar la calidad de los productos en el sector del e-learning, por mucha normativa que se publique. ¿Comprarían ustedes un libro sin saber quién lo había escrito?
Si por un lado evitáramos los alardes técnicos superfluos (no los necesarios, pero sí los superfluos), y por otro nos esmeráramos en la intención didáctica, un curso de e-learning podría ser mucho más barato y mucho más efectivo. Podría haber dicho simplemente más barato y más efectivo, pero, equivocado o no, he querido decir "mucho" más barato y "mucho" más efectivo. No vendría esta sugerencia, si por buena se tuviera, a desmoronar el negocio de los proveedores, sino a poner el énfasis en los contenidos, y no tanto en los continentes; en la información, y no tanto en la tecnología; en el qué aprender, y no tanto en el método desplegado.
La economía del aprendizaje permanente, la del conocimiento y la innovación, parece invitarnos a definir mejor el qué aprender y no importaría tanto el cómo, salvo para que un suceso formativo resulte ciertamente efectivo, rápido, cómodo y rentable. Sí, probablemente la formación continua demande una buena renovación de contenidos, junto a algunos otros saltos cuánticos una cierta reingeniería tras la efectividad; es decir, tras las deseables cotas de productividad y competitividad en las empresas. Seguramente estas metas tienen más que ver con el qué aprender que con el cómo hacerlo (cada contenido, ya sean conocimientos, destrezas técnicas o habilidades personales, aconsejará probablemente un método, o una combinación de éstos).
Mensaje final
Pareciendo irreversible la necesidad del aprendizaje permanente (lifelong & lifewide learning), los cursos orquestados, en presencia o a distancia, constituyen sólo, como decíamos, una parte del proceso. A este respecto, todos deberíamos tal vez darnos más al autodidactismo y el aprendizaje informal; pero, en verdad, unos cursos digitales bien concebidos constituirían una ayuda valiosa en caso de necesidades comunes, tras la mejora de nuestra productividad en el puesto de trabajo. No se trata sólo de acumular diplomas para facilitar el acceso a un puesto de trabajo, sino de mejorar nuestra productividad y competitividad, en lo individual y lo colectivo, en el puesto que ocupamos, y para mantener éste y la solidez de la empresa.
Pero no descartemos la mera satisfacción de aprender, es decir, de adquirir conocimientos y habilidades valiosas, que enriquezcan sensiblemente nuestro siempre perfectible perfil profesional: bienvenido también el aprendizaje autotélico, aunque la aplicación de lo aprendido no resulte inmediata. Durante sus primeros años, los productos de e-learning no han generado siempre aprendizajes significativos y satisfactorios, y bueno sería reconocer y corregir los errores cometidos, y neutralizar así las reservas y prevenciones generadas en los aprendedores. No basta con hablar de la calidad, sino que se ha de mejorar, vinculándola en mayor medida con la satisfacción de los usuarios y demás niveles de Kirkpatrick.
Comparta o no el lector estas reflexiones, le agradezco su atención y le invito a enriquecer el debate. Cada uno de nosotros puede haber tenido experiencias distintas, y las mías han sido muy desiguales a lo largo de más de 20 años con la enseñanza servida por ordenador. He sentido frustración cuando he intentado documentarme y esmerarme en un guion, y he visto luego deslucido el resultado, y preteridas mis sugerencias formuladas en beneficio del potencial didáctico. Pero cada uno de nosotros tiene sin duda una visión parcial (por incompleta y aun por interesada) del asunto, y yo no pretendo más que formular la mía por si resultara de algún interés. Me importa más decir libremente lo que pienso, que llevar razón.
Contenido enviado por: Pepe
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