domingo, 31 de mayo de 2015

adoptar un modelo abierto la clave para que Project Spartan triunfe? y El caso del e-learning: ¿aprendizaje autotélico o exotélico?

Noticia, ¿Es adoptar un modelo abierto la clave para que Project Spartan triunfe? - 24/03/2015 11:11:49

" Después de demasiados años a la zaga, el nuevo Project Spartan es la gran oportunidad de Microsoft para reconquistar el mercado de los navegadores web dejando atrás el legado de Internet Explorer. Pero para conseguir subirse a este último tren, los de Redmond necesitarán deshacerse de viejas filosofías e intentar no cometer los mismos errores que en el pasado.
Uno de esos aspectos a cambiar debería ser el hermetismo que siempre les ha caracterizado a la hora de desarrollar su navegador. Ahora parece que las cosas están cambiando, Microsoft ha reconocido sus errores y ha anunciado su intención de abrir Spartan para recibir colaboraciones de terceros, como por ejemplo sus socios de Adobe.
La importancia del Open Source
Los proyectos de código abierto son importantes incluso cuando tu navegador no lo es. Es algo que Microsoft ha aprendido a la fuerza después de ver cómo Internet Explorer perdió terreno en el pasado al no imitar a una competencia que no dudaba en apostar e incluso colaborar con motores open source como WebKit, Gecko y Blink.
Adobe es una de las empresas que más ha colaborado con estos motores abiertos, por lo que sus aportaciones en el código de Spartan podrían ser claves para poner al nuevo navegador a la altura de la competencia. Según Microsoft, Adobe entrará a colaborar en las áreas de tipografía, diseño gráfico y layouts.
De momento esta es la única colaboración externa anunciada por los de Redmond, pero es lógico que después de años de hermetismo quieran cuidar al máximo sus primeros pasos de apertura. Además, este movimiento supone una puerta que se abre cara al futuro, y si la cosa acaba funcionando no deberíamos descartar que Microsoft decida colaborar codo con codo con más empresas.
Las otras armas de Spartan
Pero las colaboraciones de terceros no van a ser la única flecha en el carcaj de Spartan. El nuevo navegador de Microsoft también contará con otras interesantes propuestas como las anotaciones que podremos realizar en páginas web, un nuevo método para agrupar nuestras pestañas, un modo lectura y la integración total de Cortana.
También se viene rumoreando bastante con la posibilidad de que Spartan sea compatible con las extensiones de Chrome, algo que le ahorraría muchos dolores de cabeza a Microsoft y que haría que el ecosistema de añadidos para su nuevo navegador no partiera con desventaja.
Vía | IEBlog
En Xataka Windows | Nuevas capturas de Spartan muestran como será su modo de lectura, integración con Skype y otras funciones
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La noticia ¿Es adoptar un modelo abierto la clave para que Project Spartan triunfe? fue publicada originalmente en Genbeta por Yúbal FM .
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Que opina? El caso del e-learning: ¿aprendizaje autotélico o exotélico? - 13/07/2013 12:44:18

El caso del e-learning: ¿aprendizaje autotélico o exotélico?
José Enebral Fernández
Tweet Unas veces seguimos cursos movidos, sobre todo, por la consecución del diploma o certificado acreditativo, y otras veces desplegamos un aprendizaje más autotélico, más orientado a la aplicación inmediata, para elevar la productividad en nuestro puesto de trabajo.
Hemos de constatar una tendencia "natural" a acumular títulos y diplomas, y quizá no tanto a aprender como un fin en sí mismo (aprendizaje autotélico). Se diría que nuestro aprendizaje resulta bastante exotélico tras un título en nuestra etapa curricular, y que debería ser más autotélico en nuestra vida profesional. Ya en el mundo laboral, tendríamos que seguir cursos no tanto para acumular certificados, como para realmente saber más y mejorar así, en lo cotidiano, nuestra productividad y competitividad individual. Todo esto parece discutible y deberé matizar mis formulaciones; lo haré, si el lector me acompaña en la reflexión.

Quizá buena parte de nosotros pasamos en nuestra juventud por la universidad para obtener el título, contando con que ya aprenderíamos en cada empresa aquello más específico que necesitáramos incorporar para el desempeño. Así fue en mi caso (electrónica industrial). En la universidad (primeros años 70) me enseñaron las válvulas de vacío, que ya estaban siendo sustituidas por los semiconductores (los estudié por mi cuenta, adolescente yo, de modo autotélico); pero luego empecé a trabajar en una empresa de telecomunicación y me familiaricé con los relés de los equipos de conmutación. Más tarde, los sistemas telefónicos electromecánicos se tornaron electrónicos y digitales, y por ahí seguí. No me daban ya títulos ni diplomas, pero aprendí bastante y he seguido aprendiendo (ya en otras materias más "blandas"), de modo habitualmente autodirigido y autotélico.

Deseo, sí, enfocar mis reflexiones y así lo comunico al lector sobre el denominado lifelong & lifewide learning, es decir, sobre el aprendizaje permanente que nos permite nutrir la productividad en el puesto de trabajo que ocupamos; y más concretamente, sobre la modalidad de e-learning: sobre los cursos on line que se nos ofrecen, en beneficio de nuestros conocimientos y habilidades. Mi punto de vista será lógicamente parcial (por incompleto, y quizá por interesado), pero puede alentar otras reflexiones oportunas en los lectores.

Efectivamente, nuestro trabajo cotidiano nos exige cada día nuevos conocimientos técnicos y no tan técnicos, y asimismo una mejora de nuestras habilidades, facultades, actitudes, hábitos, etc. Algunas de estas necesidades de formación y desarrollo profesional se abordan mediante productos y servicios de aprendizaje formal on line, a veces subvencionados con dineros públicos, aunque también hay empresas especialmente proactivas en la atención al aprendizaje permanente de sus profesionales, tanto en sala como en la modalidad de e-learning que estamos enfocando.

El e-learning corporativo (el de los trabajadores en las empresas) puede tener ya más de 20 años de edad, si lo relacionamos con los ordenadores personales; pero también hay quienes prefieren limitarlo a la etapa on line, que arrancó, más o menos, con el nuevo siglo. No nos ponemos de acuerdo a hablar de la "edad" del e-learning, aunque sí venimos a coincidir todos en la necesidad de mejorar la "calidad" del e-learning; o de la formación "virtual", que así se la denomina también a menudo, por ejemplo en la norma española UNE 66181, de AENOR.

Permítanme, como paréntesis, un comentario terminológico y tal vez innecesario. El aprendizaje no debería ser nunca "virtual" sino bien real, deseado, valioso, aplicable y sensiblemente enriquecedor del perfil personal y profesional. Sí que me parecía bien hablar de "campus virtuales" para referirnos a las plataformas LMS, pero no tanto el hablar de formación "virtual" (en cierto modo irreal, según el DRAE). Lo que sigue, no obstante, son reflexiones sobre el fondo del asunto y no tanto sobre las formas o etiquetas; son reflexiones a compartir con ustedes, por si suscitaran las suyas propias.



Aprendizaje autotélico, e-learning de calidad

Si nuestro aprendizaje fuera puramente exotélico en busca de un certificado que nutriera nuestro currículo o expediente, nos daríamos quizá por satisfechos con la consecución del diploma, y con las ventajas que nos generara su posesión. Entonces, salvo aplicación inmediata del nuevo conocimiento, podría aparecer el efecto Zeigarnik, que nos movería a olvidar inconscientemente lo aprendido, una vez concluida la "tarea" de obtener el título o certificado. Curioso lo del efecto Zeigarnik si lo analizamos detenidamente, tanto en lo referido al aprendizaje como a otras actividades profesionales.

Cuando he sido tutor en plataforma LMS en los últimos años, he tenido más mensajes de reclamación de los diplomas, o de registro del curso como "finalizado", que de dudas o aclaraciones sobre el contenido de las unidades didácticas. Esto es un hecho cierto del que se derivarían conclusiones, pero yo desearía enfocar aquí, sobre todo, el aprendizaje autotélico; el aprendizaje efectivo, satisfactorio, rápido, deseado, valioso, aplicable, enriquecedor; el aprender porque quiero saber más, para aplicarlo en mi trabajo cotidiano, o quizá en beneficio de mi desarrollo profesional general. Es en este caso, sobre todo, cuando cabe especialmente hablar de la "calidad" del programa formativo.

No estoy seguro de que estemos avanzando hacia un e-learning de calidad-efectividad, en toda la medida y con toda la rapidez deseables; pero la inquietud existe, o parece existir. Desde luego, se organizan jornadas para hablar del tema. En una jornada reciente sobre la calidad del e-learning y sin ánimo de controversia, yo recordaba que el conocimiento venía de la información ofrecida y no tanto de la tecnología que le daba soporte, resultando empero ésta (la tecnología) necesaria, valiosa, incuestionable.

No me extendí en ello, pero creo que el usuario observa y escucha lo que llega por su televisor, observa y escucha lo que le llega por su ordenador, observa y escucha lo que sucede a su alrededor, y, desde luego, observa y escucha lo que sucede en un aula, al seguir un curso en presencia. Y se queda, creo yo, con lo que observa y escucha, venga de donde venga, en la medida en que le interese, y quizá no especialmente porque venga de la pantalla de su PC.

Incluso comenté en mi ponencia el caso de usuarios de cursos on line que, según he sabido, hacen una pasada rápida por la pantalla de su PC, para luego descargarse los archivos pdf y estudiarlos con más detenimiento (si preciso fuera). A mí esta práctica no me parecería ya propiamente e-learning, se estudie luego en papel o en pantalla, y me hace reflexionar. Temo que los usuarios que hagan esto hayan llegado tal vez a la conclusión de que la interactividad, la animación, o la carga multimedia del ordenador no está añadiendo, en realidad, tanto valor didáctico (un cierto coste, pero quizá no tanto valor).

Desde luego, lo importante es que haya auténtico learning, estudiemos en pantalla, estudiemos en papel, o escuchemos a alguien; y que el aprendizaje sea valioso y aplicable, aunque no sea propiamente electronic learning. Pero yo defendía en aquella jornada un e-learning de calidad porque, si programamos bien (recordemos la enseñanza programada de Skinner, etc.) la información multimedia a ofrecer, podemos generar un aprendizaje más rápido, más efectivo y más cómodo, a muchas personas a la vez, tanto en determinados conocimientos como en determinadas habilidades.

Sin embargo vuelvo ahora a lo de la información como origen del conocimiento, no me sorprendió demasiado que el ponente que me siguió en la mesa dijera luego repetidamente que él no estaba de acuerdo; que él no creía que el conocimiento viniera de la información. Yo no dije ni pío: aguanté con cierto estoicismo ante una audiencia de más de cien personas. A mí me correspondía formular mi punto de vista, como a los otros ponentes los suyos, como a la audiencia elaborar sus propias síntesis; por otra parte, estoy convencido de que estábamos dando diferentes significados al concepto de información.

Para mí, "información" sería todo lo que llega al cerebro a través de los sentidos, y que el docente prevé en su storyboard, al abordar el diseño instruccional de un curso digital. Pero es verdad que esta información resulta a menudo ligeramente (o no tan ligeramente) modificada en el proceso de digitalización, ya en manos de los técnicos de producción, y quizá con el deseo de introducir riqueza multimedia o interactividad. En esta modificación y pensando sólo en la facilitación del aprendizaje, podría ocurrir que la tecnología añadiera sensible valor, o sobre todo coste.

Tengo experiencias diversas y siempre relato el ejemplo de la escalera de inferencias de Argyris, aunque utilizo como analogía la torre Eiffel para explicarme mejor. Imaginen que el docente desea mostrar la torre Eiffel, pero los técnicos de producción quieren hacer aquello más interactivo, y sólo muestran al usuario aprendedor una porción de la torre a cambio de cada clic. El usuario genera siete clics para ver cada séptima parte de la torre, pero nunca la ve completa. ¿Ha ganado el curso en calidad? ¿Qué entendemos por un e-learning de calidad? ¿Qué entendemos por interactividad? Quizá son preguntas… sin resolver.

Una colega del sector me comentó me cuesta creerlo, pero la creo que ella había preparado, en su storyboard, un esquema sobre "las cinco fuerzas de Porter", y que luego, en el diseño gráfico, la propusieron dejarlas reducidas a tres (quizá por la estética de la figura, pero no recuerdo más detalles): habrían sido "las tres fuerzas de Porter", y no sé cómo le habría sentado a Michael Porter. Pero también recuerdo ahora un caso en que el autor del guion dispuso una información secuencial, y el programador decidió (por su cuenta) presentar la información en forma de menú, para que el usuario eligiera el orden del estudio.

Esto del menú estaba bien, pero el programador no dispuso la vuelta al menú principal, y el usuario debía salir del curso y volver entrar, para seguir las otras ramas (opciones); por lo que me cuentan, aún no se ha corregido y el usuario, cuando llega al final, da por concluida la lección y no vuelve a entrar. Me pregunto si acertamos o erramos al permitir que los no docentes, ajenos al tema de cada curso, desplieguen sus iniciativas y alteren los guiones instruccionales. ¿Ha contribuido a la calidad de los cursos, en su caso, esta autonomía de los tecnólogos de producción? ¿Debe imperar siempre en la enseñanza el criterio de los docentes, o no tanto cuando de e-learning se trate? Quizá son más preguntas… sin resolver.



En busca de respuestas

En aquella jornada de que les hablaba, se hizo obviamente referencia a la norma UNE 66181 de AENOR, que sin duda orienta el esfuerzo, aunque lo hace en una dirección muy específica: el empleo. Bienvenida sea la formación para la consecución del empleo, y sea bienvenida aunque el paro no se deba siempre a la falta de formación de los aspirantes a puestos de trabajo. La norma de AENOR para la calidad de la formación virtual lo dice ya en la página 4 apunta a la formación no reglada que se orienta a la consecución de un puesto de trabajo; apunta, sí, al aprendizaje de los trabajadores desocupados, o de los ocupados que aspiran a mejor puesto. Éste viene a ser el campo de aplicación de la norma, según se especifica textualmente.

Al parecer, queda fuera de la norma el denominado lifelong & lifewide e-learning, entendido como parte de la formación continua precisa en nuestro puesto de trabajo (el que ya ocupamos), en beneficio de nuestra productividad y competitividad individual. Queda fuera, pero se trata de un inexcusable aprendizaje al que adherirnos, precisamente para mantener el puesto de trabajo. Se pensará que la norma podía haber sido más ambiciosa, pero el empleo es sin duda prioritario en la sociedad y especialmente ahora. AENOR habrá tenido sus razones para limitar el campo de aplicación, y enfocar así la necesidad más acuciante, y los indicadores quizá más apropiados.

Recordemos aquí que, aparte de pedir a los proveedores que proporcionen siempre la necesaria inexcusable información sobre los productos y servicios que ofrecen, la norma UNE 66181 despliega tres indicadores:

· Mejora de la empleabilidad
· Facilidad de asimilación
· Accesibilidad

Hay que recordar aquí que es la propia empresa creadora de los cursos la que sanciona estos parámetros de calidad, al margen de la satisfacción de los usuarios ante cada caso concreto; y que, lógicamente, la satisfacción de éstos pasaría, sobre todo, por la consecución del puesto de trabajo que se persigue, lo que podría depender también de otros factores.

He visto en Internet que alguna consultora, en su lectura de la norma, ha sustituido ya "empleabilidad" por "aplicabilidad", pero no me parece lo mismo. Las habilidades o conocimientos adquiridos (nuevos procedimientos, nuevas tecnologías, nuevas herramientas, nuevas funciones…) podrían ser de aplicación en el puesto de trabajo que se ocupa y sin expectativa de promoción, pero la norma no se refiere a eso, sino a la consecución de un nuevo puesto de trabajo.

Dice la norma: "La empleabilidad es la capacidad para integrarse en el mercado laboral o mejorar la condición-posición existente". Si el campo de aplicación fuera más abierto, podríamos quizá decir que un curso es bueno si genera aprendizaje valioso y aplicable, de modo rápido, efectivo, cómodo…; pero si el campo de aplicación es la formación para el acceso a un puesto de trabajo, entonces el curso es "bueno", sobre todo, si se orienta debidamente a las exigencias del puesto objetivo, y sería "malo" (valga la simplificación), si no lo hiciera.

En verdad, las exigencias de calidad pueden ser muy distintas en la formación para acceder a un puesto de trabajo, y en la formación, quizá más autotélica, para mantener o consolidar el puesto que se ocupa. E incluso las exigencias pueden ser asimismo distintas para un tipo de contenido formativo y para otro tipo. E incluso para un tipo de usuario (trabajador de perfil técnico, industrial, etc.) y para otro (pensemos en un directivo o empresario, también). De modo que habremos de evitar los productores de cursos el error de generalizar esta norma fuera de su campo de aplicación. También puede haber, por ejemplo, un e-learning para empresarios y ejecutivos, es decir, para los empleadores, y no sólo para los empleados (o futuros empleados) a que parece referirse la normativa.

A decir verdad, cuando, en la trayectoria profesional, unas personas desean aprender algo específico, y alguien puede enseñarlo, entonces quizá los criterios de calidad de la formación (virtual o no, pero virtuosa) correspondiente deberían emerger de los propios discentes y docentes. La calidad habría de vincularse tal vez con la satisfacción de expectativas de los aprendedores, y con el rigor e idoneidad de los conocimientos transmitidos por quienes, siendo expertos en el tema, cuentan con habilidades didácticas.

Si yo, joven ingeniero, deseo situarme on line y saber más sobre las tecnologías de superconductividad asociadas a los trenes de levitación, o saber más sobre el silicio negro y la energía solar, entonces buscaré una información didáctica que me lo haga saber de modo rápido, efectivo y cómodo, sin necesidad de desplegar muchos más clics de los necesarios, sin riesgo de hacer aprendizajes falsos, sin pérdidas de tiempo. Y si deseo saber qué elementos comunes se dieron en la gestación de productos innovadores en mi sector, en las últimas décadas, también querré saberlo de modo rápido, cómodo y seguro.

Hace días leíamos en Expansión & Empleo, en un texto de Quique Rodríguez (Aefol se ha hecho eco en su web) sobre un oportuno estudio del Grupo Cegos, lo que cabía barruntar: que la subvención de la formación ha generado una rebaja en las expectativas de calidad de los cursos, y que este hecho se viene haciendo más visible en el campo del e-learning. Mario Stofenmacher nos recuerda también que, en la práctica, se subvenciona la cantidad de formación on line (las duraciones de los cursos podrían estar estimándose por lo alto) y no tanto la calidad. Nosotros añadiríamos que quizá, en algún caso y como consecuencia del "sistema", los usuarios de la formación podrían estar tan interesados en el diploma como en el aprendizaje, si no más (como lo estaba yo en la universidad). Son reflexiones a desplegar.

Las propias exigencias de interactividad de la información deben ser seguramente diferentes según el perfil de usuarios, incluso sin acudir al extremo de comparar niños y adultos. Un determinado contenido puede requerir una dosis y tipo de interactividad (tal vez con uso de simuladores), y otro contenido podría demandar… Sí, detengámonos en el tema de la interactividad, que también es abordado en la norma (dentro de la facilidad de asimilación), y sobre el que podemos desplegar reflexiones quizá oportunas.



Sobre la interactividad

En la formación presencial, el diálogo síncrono docente-discente resulta altamente enriquecedor, y tal vez esta riqueza se persigue en los cursos digitales mediante la denominada interactividad: el usuario se comunica con el sistema, visto éste como un "profesor muy particular". Sin embargo, podríamos estar confundiendo a veces el grado de interactividad con el número de clics a que obligamos al usuario, para acceder a la información ofrecida.

Hay, sí, una interactividad relevante y necesaria, dotada de propósito, que contribuye al valor del producto y no sólo a su coste; es la interactividad generativa que nos recuerda a la comunicación del alumno con su profesor; es la interactividad de fondo, orientada al aprendizaje, que propone el docente guionista del curso para asegurar el progreso. Pero hay otra interactividad distinta, más funcional, mecánica, como de pasar páginas en un libro, que no podemos considerar generativa; que no apunta tanto al fondo como a la forma del curso. No cabe desestimarla, pero tampoco confundirla con la interactividad de fondo.

Entre ambas interactividades hay puntos intermedios, pero, en beneficio de la efectividad perseguida, no deberíamos hablar de una única interactividad como tampoco de un único e-learning. De hecho, hay mucho más que decir de la interactividad, que quizá alcanza su mejor expresión, tal como señala la norma española de AENOR, en el diseño de simuladores cuando el tipo de curso lo requiere.

Hay una cosa que me ha sorprendido en esta norma, y es que parece fundir la interactividad con la carga multimedia: quizá yo lo haya interpretado erróneamente, a mi manera. Aunque parezcan ir de la mano, me parece que un curso podría estar dotándose de carga multimedia sin resultar muy interactivo, y asimismo resultar muy interactivo, sin dotarse de audiovisuales; pero opine y reflexione el lector, que todos tenemos nuestros puntos de vista y podemos estar acertados o equivocados.

A estas reflexiones puedo añadir algo relacionado con los formatos de interactividad (y de combinación multimedia) que las herramientas de autor nos ofrecen a los diseñadores de cursos. En mi opinión, lo mejor sería, sí, que los docentes nos dotáramos de herramientas para la producción de cursos, de modo que nadie ajeno al contenido nos cambie a tres, las cinco fuerzas de Porter, ni nos trocee la escalera de inferencias de Argyris, ni nos ponga ejemplos que nosotros no hemos puesto, ni nos desvirtúe esquemas que nosotros hemos diseñado con esmero...

He tenido la sensación de que estos formatos de interactividad de las herramientas de autor habían sido creados en función de las posibilidades de la tecnología, y no tanto de las necesidades del lifelong e-learning, pero parece algo lógico, y el hecho es que todos celebramos decididamente el avance tecnológico. Desde luego, como hay decenas y decenas de formatos en estas herramientas, uno puede elegir lo más apropiado a cada curso, a cada colectivo destinatario, etc. Aquí constataría yo que se ofrecen los dos tipos de interactividad de que les hablaba (la de diálogo, y la más mecánica de ofrecer información-animación a cambio de clics).

Me gustaría insistir, casi en digresión, en que una cosa son las posibilidades de la tecnología y otra cosa es su idoneidad para un uso determinado. A veces no son los propios tecnólogos los que encuentran el mejor uso de las posibilidades que despliegan. Los desarrolladores americanos de la tecnología del fax (cuando las redes telefónicas se digitalizaban, allá por los años 70) no parecieron pensar que habían descubierto nada muy rentable para sus empresas: parecía un complemento económicamente poco atractivo para el terminal telefónico. Sin embargo, las compañías japonesas vieron el fax como una alternativa interesante para el correo ordinario, justamente cuando crecían los servicios de mensajería; de modo que inundaron el mercado de terminales, también en EEUU.

Hago esta reflexión porque hablamos, desde hace tiempo y por ejemplo, de los mundos virtuales dentro del sector de e-learning, y no estoy seguro de que sepamos todavía bien qué hacer con ellos en este campo del aprendizaje; si esperamos, nos lo dirán tal vez los japoneses. Habrá otras opiniones, pero yo diría que, en el aprendizaje preciso y autotelico, la tecnología debería facilitar las cosas, y no distraer, dispersar, deslumbrar, etc. Hagamos el mejor uso de la tecnología (pero yo insistiría en que el conocimiento viene de la información, y no de su soporte).



Comentarios finales

Deseo llamar la atención de todos sobre el lifelong & lifewide learning y la opción específica del e-learning, y asimismo sobre el hecho de que esta necesidad nos apunta a todos: a trabajadores, directivos y empresarios, especialmente en la emergente economía del saber y el innovar. En este amplio terreno habríamos de esperar una mejora de la calidad de los programas ofrecidos, en sintonía con una mayor dosis de autotelia en el aprendizaje. Debemos seguir los cursos para aprender más, y aprender para aplicar lo aprendido; por lo tanto, para:

Disponer de más conocimientos en nuestro acervo.
Desarrollar facultades y fortalezas acordes con las necesidades que aparecen.
Desplegar mejores y más oportunas inferencias y decisiones.
Relacionarnos de modo más efectivo con los demás y con nosotros mismos.
Percibir mejor las realidades y tendencias de nuestro entorno económico.
Mejorar la sintonía con los clientes y usuarios correspondientes a nuestro trabajo.
Mejorar nuestra productividad y competitividad individuales.

Los profesionales técnicos han de aprender, porque los campos del saber se extienden de modo continuo; y los gestores han de aprender, porque nuevas formas y exigencias de gestión aparecen también con frecuencia. Todo ello sin que medie necesariamente promoción o cambio de puesto de trabajo: tan sólo para mantener y mejorar las cotas de productividad y competitividad, en lo individual y lo colectivo. El aprendizaje permanente forma parte de nuestro trabajo, como también forma parte de nuestro trabajo el innovar. Si me permiten decirlo así, innovar no es un suceso, sino un proceso; aprender no es un suceso, sino un proceso.

Un diploma pierde parte de su significado con el tiempo, y creo que mi título de ingeniero no tiene gran significado hoy, en cuando a conocimientos atesorados. Aunque yo era muy joven e inexperto, salí de aquella Escuela de Ingeniería en los años 70 diciendo que había aprendido a aprobar exámenes (de hecho, lo aprobaba todo en junio). No sabía yo empero lo mucho que me quedaba por aprender (y quizá por eso tampoco lo aprendí después…).

A un curso digital on line, yo le pediría que me procurara un aprendizaje rápido, efectivo y cómodo; y que se mantuviera actualizado en su contenido. Valoro el seguimiento tutelar, pero no tanto para aclarar dudas (un buen diseño no debería dejar muchas), como para asegurar el acierto de mis inferencias al integrar en mi acervo los nuevos conocimientos y habilidades. Ya se sabe que nuestro conocimiento se compone de lo que hemos aprendido y de las deducciones que sobre lo aprendido desplegamos: un tutor (no del tipo "tutor-gestor del curso", sino del tipo "tutor-docente") puede ayudarnos a asegurar las inferencias más inmediatas.

Ya saben: al hablar de la calidad del e-learning podemos mirar hacia otro lado y marear la perdiz; pero también podemos cuestionar las creencias y postulados, y aun la génesis y el funcionamiento de las empresas productoras. En general, para la mejora y la innovación, con frecuencia hemos de cuestionarnos creencias arraigadas, inveteradas. Dije hace años que el e-learning batía mucho las alas pero no echaba a volar, y temo que, como observador, podría repetirlo ahora. Gracias por su atención, pero no olviden formular siempre sus propias reflexiones, sus propias interpretaciones, sus propias asignaciones de significado a los significantes; no den por buenas las mías.


Contenido enviado por: Nanfor Ibérica
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